viernes, 1 de abril de 2011

Viviendo para la música

Se abre el telón y la función tiene que empezar. Los nervios me comen por dentro. No es la primera vez que hago esto, pero cada vez que veo a todas esas personas esperándome es como si volviera al principio donde era una inexperta.
Todavía recuerdo esa primera vez cuando salí al escenario: todos me miraban expectantes sin saber qué esperar exactamente, las manos me temblaban y sentí que me iba a quedar sin fuerzas, pero entonces sentí su presencia.
No sabía qué estaba pasando y lo primero que hice fue tropezar con el cable del micrófono. En ese mismo instante todos rompieron a reír y lo único que quería era salir corriendo y esconderme para que nadie volviera a verme jamás, pero algo en mi interior me dijo que siguiera adelante y que lo diera todo en el escenario.
En ese momento me dejé llevar por mi pasión y desde que articulé la primera palabra, las notas fluyeron a través de mis cuerdas vocales dándome una fuerza que no sabía que existía. Después de esas primeras notas, llegaron muchas más, pero la prueba de fuego estaba por llegar.
Cuando el concierto se acercaba a su fin decidí que había llegado la hora y con un movimiento de cabeza indiqué a todo el equipo de sonido que era la hora. Las primeras notas sonaron de los instrumentos y todo el público se quedó paralizado en cuanto las palabras volvieron a fluir a través de mis labios. No paraba de mirar los rostros de los que estaban presentes para sacar algo en concreto de su reacción, pero sus caras mantuvieron la misma expresión hasta el final de la canción y fue entonces cuando llegó la tan esperada reacción del público.
Los aplausos no paraban de sonar y el público enloqueció hasta tal punto que no paraban de pedir una y otra vez aquella canción de no conocían de nada, pero que les había gustado tanto.
Fue entonces cuando apareció delante de mí: era tan hermoso que apenas pude apartar la vista de él. Tenía los ojos de una azul tan claro que parecía casi transparente y estaba rodeado de un aura brillante, pero que sólo yo podía ver. Entonces me miró y se limitó a decirme que era mi ángel de la música y que cada vez que quisiera expresar mis sentimientos, él estaría a mi lado para ayudarme a crear bellas letras para todos aquellos que quisieran escucharme.
Ahora mismo está aquí, a mi lado, y a pesar de estar en pleno concierto, cada vez que entono una nota él me ayuda a dejar la realidad a un lado para internarme en un mundo donde la música es el aire que necesito para seguir viviendo y las letras son el alimento que me da fuerzas para poder bailar con la vida que me rodea porque la música no es solo fama y dinero, sino que es la declaración pública de todo aquello que me ronda en la mente y  de mis sentimientos más ocultos.


***Lunnaris***